viernes, 3 de septiembre de 2010


Dear Ana:
¡Amiga! No te das una idea de la alegría que me da recibir, al fin, noticias tuyas. Todos los días iba incansablemente hasta el buzón para ver si había llegado tu carta. Me intriga demasiado saber en que estas ocupando tus días, ¿Qué será aquellos que te saco de tanta cotidianeidad? Espero que sea algo realmente bueno y que puedas estar bien.
De mi no hay tanto para contarte. Te dije un centenar de veces que mis días son todos iguales, como si fuesen hechos en serie. Me aburro, voy, vengo y sobrevivo. Si, no exagero, siento que no vivo, que sobrevivo. Claro, porque viva me sentiría si pudiese disfrutar de una canción, si pudiese vivir el hoy sin miedo al mañana, si pudiese viajar, si pudiese hacer un trabajo con pasión, si pudiese oler un olor, si pudiese detenerme a observa con tranquilidad  el mundo. Como no hay nada de eso, entonces me siento muerta en vida. Realmente tengo ganas de disfrutar de algo, pero siento que todo perdió el encanto, siento que me perdí a mi misma. ¿Por qué no puedo disfrutar de una reunión con amigos, porque no puedo reír risas verdaderas, porque tengo que ser tan dramática? Es detestable ser yo, pero es lo que me tocó y ya me puse muy melancólica así que doy por terminado el tema.
Mía me dio una pulsera y la tengo puesta en este instante, también la de Ana. Ambas me recuerdan que están conmigo a cada momento, pero sin embargo yo siento que ellas se olvidaron de mí ¿o será que no soy lo suficientemente afortunada como para merecer su amistad? Da igual, total sea como sea yo se que ellas están y yo tengo un trato con ellas. Trato que de hecho no estoy cumpliendo y me siento mal por eso. Que débil soy, que estúpida- no quiero retrasarte más, así que me despido. Espero que todo este bien con vos amiga, y sabes que aun muchos sean los kilómetros que nos separan, nosotras estamos juntas en el corazón, y ese es el mejor lugar para encontrarnos siempre. Te adoro